Ron Kikinis: “Tenemos que resolver otros problemas antes de plantearnos que los androides puedan ‘gobernar’ un quirófano”

Ron Kikinis, catedrático de la Universidad de Harvard, en Las Palmas de Gran Canaria. / C.S.
Ron Kikinis, catedrático de la Universidad de Harvard, en Las Palmas de Gran Canaria. / C.S.

 

A mediados de la década de los años 80 Ron Kikinis fue uno de los precursores de la investigación de los algoritmos en el procesamiento de imágenes en el sector sanitario. Una tecnología que en aquellos años empezó a despuntar y que cada vez ofrece más valiosa información a partir de las fotografías médicas que se utilizan en la diagnosis y terapia de enfermedades.

 

Desde entonces y hasta ahora su vasta trayectoria científica le ha convertido en uno de los principales expertos mundiales en computación de imágenes en el campo de la salud. Catedrático de Radiología en la Facultad de Medicina de la Universidad de Harvard y también catedrático de Computación de Imágenes Médicas de la Universidad de Bremen, solo dos de sus casi innumerables méritos académicos, Kikinis es el socio ideal al que todo el mundo quisiera tener en su equipo de investigación.

 

La Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC) lo ha incorporado a la larga relación de colaboradores en el proyecto MACbioIDI (que pretende crear una plataforma TIC común para la investigación biomédica en países del área de la Macaronesia). La transferencia de conocimiento que interesa de Kikinis a los impulsores de este proyecto, en el que también son aliados el IAC y la Universidad de La Laguna y cuenta con la financiación de la Unión Europea, tiene dos nombres fundamentales. El primero, el de 3D Slicer, una plataforma de software de código abierto de imágenes médicas desarrollada durante los últimos 20 años por el Surgical Planning Lab, adscrito al Brigham and Women’s Hospital de la Universidad de Harvard. Y, el segundo, el quirófano AMIGO (Advanced Multimodal Image-Guided Operating, por sus siglas en inglés), de la misma universidad, un banco de pruebas de terapia guiada por imágenes en el que trabaja un equipo multidisciplinar. Se trata de una sala gobernada por la inteligencia artificial al servicio del paciente.

 

De esa experiencia hablaron los socios de MACbioIDI en las primeras Jornadas del proyecto celebradas del 9 al 11 de mayo en Gran Canaria. Entre ellos Ron Kikinis, que explica en esta entrevista su interés por la propuesta de desarrollo de tecnología en el ámbito de la biomedicina de la ULPGC en MACbioIDI, un proyecto que coordina el catedrático en Teoría de la Señal y las Comunicaciones de la Universidad grancanaria, Juan Ruiz Alzola.

 

¿Cómo puede ayudar el conocimiento de la Universidad de Harvard a mejorar la medicina por imagen en Canarias y en la región macaronésica?

 

He comprobado en mis visitas al Astrofísico y a las universidades canarias que en las Islas hay alta tecnología. Y en ese contexto de relación de hace ya varios años, la colaboración nos permite innovar y desarrollar nuevas aplicaciones. Los científicos somos personas y, al final, por más ambiciosos que sean los proyectos, los planteamientos, lo importante son las relaciones y el trabajo en común. Nuestra aportación se basa en los avances en computación en los que venimos trabajando desde hace décadas aplicados al área de la salud.

 

Usted en los años 80 se interesó por el papel de la computación en la medicina, con el desarrollo de algoritmos para procesar imágenes médicas para poder extraer de ellas información.

 

No fui el primero en investigar en ese campo pero sí uno de los precursores. En aquellos tiempos era un área de trabajo que podía parecer exótica y algo rara en el entorno médico pero, como siempre, me impulsó mi curiosidad por los algoritmos y su aplicación para obtener datos de las imágenes médicas.

 

¿Cómo cree que aquello cambió el campo de la diagnosis y el tratamiento médico?

 

Si uno mira hacia atrás, en aquella época de mediados de los 80, hay un cambio gigantesco respecto a lo que conocemos ahora aunque todo parece que vaya transformándose más lentamente cuando se está viviendo la situación, en el momento. En esos años no llegaba a medio centenar las personas que en todo el mundo investigaban en estos temas. Sin embargo, ahora es un ámbito de enorme actividad científica internacional y también empresarial asociada a una industria que mueve miles de millones al año.

 

Es usted creador de la plataforma 3D Slicer. ¿Por qué eligió el software libre y la filosofía de compartir el conocimiento científico?

 

Ha trabajado con todo tipo de software, incluido el que tiene propiedad intelectual, en muchas aplicaciones clínicas. No obstante, esta clase de programas está sujeto a múltiples cuestiones legales. Después de muchos años, la conclusión es que en el ámbito sanitario la mejor opción que he podido encontrar para hacer investigación es la del software de código abierto.

 

O sea que su elección tuvo que ver más con una cuestión de pragmatismo que por idealismo.

 

Sí, absolutamente. Es pragmática pues este tipo de software es algo que funciona y no implica cuestiones jurídicas complejas para hacer ciencia.

 

La percepción desde fuera es que parece más un proyecto idealista y romántico por aquello de compartir el conocimiento científico. Más aún ahora, cuando proliferan plataformas para publicar en abierto los avances científicos al margen de las editoras de las grandes revistas.

 

Sí, puede haber esa percepción romántica. Pero, como le digo, al final el ‘comunismo’ no funcionó. Es verdad que en la motivación de las personas siempre hay un componente de interés propio. Eso también existe en la comunidad del software libre y aunque eventualmente te puedes encontrar con personas que lo hacen de forma puramente altruista es muy difícil que solo con filantropía pueda mantenerse una actividad durante un tiempo largo. El software libre nos permite una manera en la que las personas pueden colaborar observando su propio interés pero al mismo tiempo contribuir al trabajo del conjunto. En fin. Lo que hacemos no es puramente altruista. Por supuesto hay gente con esa inclinación pero si se quiere mantener durante años de forma consistente una investigación hay que asumir las motivaciones de cada cual. Así hemos desarrollado, por ejemplo, atlas anatómicos, un instrumento muy interesante para formación y para educación. En el proyecto MACbioIDI trabajamos para que el software ofrezca una funcionalidad multilingüe. Nos interesa por que es una de las carencias de nuestra plataforma 3D Slicer. Es otro ejemplo de lo que le digo: nosotros no la poseemos pero compartiendo nuestro conocimiento ayudamos a otros, en este caso colaboradores de Mauritania, Senegal, y Cabo Verde, a su desarrollo y nosotros también nos aprovechamos de este trabajo colaborativo para incorporarlo a Slicer. Y todo sin costes, que es lo importante, para que esté además de en inglés, en francés, español o árabe.

 

Los profesores Ron Kikinis (i) y Juan Ruiz Alzola (d), durante la entrevista. / C.S.
Los profesores Ron Kikinis (i) y Juan Ruiz Alzola (d), durante la entrevista. / C.S.

¿Qué singularidad ve en un proyecto como MACbioIDI?

 

Hay cuestiones que son comunes a otros, como la tecnología. Y originales, como estas jornadas que hemos celebrado. A mí me resulta muy motivante el impacto y el gran interés que he advertido por parte de algunos de nuestros socios africanos. Por ejemplo, tras hablar con el decano de la Facultad de Medicina de la Universidad de Nuakchot (Mauritania) mi percepción es que puede dejar una huella muy positiva en ese país. Y siento lo mismo con nuestros colaboradores de Senegal en donde estamos planteando un sistema de entrenamiento quirúrgico para médicos a través de una plataforma de simulación. Diría que el proyecto tiene muchísimos componentes que son nuevos para mí y la idea de crear un nodo para formar e impulsar la capacitación local en estos países africanos me parece fundamental.

 

Si tuviera que definirlo con una palabra, ¿sería la de la multiculturalidad?

 

Es muy difícil sintetizarlo en una palabra siendo un proyecto con un presupuesto muy alto (más de dos millones de euros), con varios países y muchas personas implicadas. Está claro que es multicultural pero Slicer es ya un proyecto internacional y, por lo tanto, multicultural.

 

Harvard tiene un proyecto, AMIGO, que es un quirófano inteligente en el que el paciente es sometido a pruebas diagnósticas y quirúrgicas con soluciones basadas en computación en tiempo real. Un espacio totalmente robotizado. ¿Cree que la Inteligencia Artificial, los androides, puedan gestionar en solitario un quirófano de esas características en el futuro?

 

(Risas). Tal y como lo está planteando la respuesta es sí pero no puedo decirle cuándo. Mire, le respondo con una broma por que creo que se debería plantear esa pregunta de otra manera. Tal como lo veo, la tecnología está evolucionado muy rápidamente y cada nueva técnica tiene sus oportunidades y sus peligros. Depende de nosotros tomar la opción correcta. Por ejemplo, ahora se están empezando a utilizar algoritmos de aprendizaje profundo para segmentación durante las intervenciones quirúrgicas. Hay otros muchos usos para estas nuevas tecnologías que no son, precisamente, el gobierno de las máquinas quirúrgicas y diagnósticas por androides.

 

Pero ustedes han logrado con ese proyecto un alto desarrollo tecnológico en quirófanos. ¿No considera entonces útil que los puedan gobernar robots aunque estén supervisados por humanos? Por ejemplo, en Japón los androides ya están instalados en distintos servicios, como hoteles.

 

Los japoneses adoran este tipo de robots y esos androides son juguetes. Recuerdo que cuando se introdujeron los procesadores de texto se empezó a plantear que si existían ya no se necesitarían escritores. Sin embargo los escritores y los humanos siguen siendo necesarios. Lo que ocurre es que con las máquinas se evita mucho trabajo superfluo. Sucedió lo mismo con la mecanización de la agricultura, por ponerle otro ejemplo. Hace doscientos años trabajaban en ella muchas personas y ahora gracias a la tecnología esa tarea la puede desempeñar solo una. Con las tecnologías de la información y la comunicación pasa lo mismo y ahora se necesita cada vez menos la gestión humana. Pero, específicamente, en medicina hay tantos problemas todavía por resolver que necesitamos tantas cabezas como las que podamos tener.

 

Como científico, ¿se está notando en Harvard la administración Trump?

 

Trump propuso para el presupuesto actual una reducción para el NIH (el sistema que gestiona los institutos nacionales de salud, a cargo de los cuales está la investigación sanitaria en Estados Unidos) del 5%. El Congreso lo incrementó en 2 mil millones de dólares. Para el próximo presupuesto propone una reducción del 20% pero la Cámara aún no se ha pronunciado y no sabemos qué resultará. Lo que ha conseguido la nueva administración es introducir muchísima inseguridad e incertidumbre en toda la comunidad por que la gente no sabe lo que va a ocurrir.

 

¿Ve amenazas a la investigación?

 

Es obvio. No es una interpretación mía, es un hecho. A Trump no le importa la ciencia. Lo que todavía está por saberse es el daño que va a producir este gobierno.

 

¿En qué medida puede blindarse la actividad científica ante la situación política teniendo en cuenta que buena parte de la financiación en su país proviene del sector privado?

 

Hay mucho ruido privado pero la investigación biomédica depende, al final, entre un 75% y un 85%, de la financiación del Gobierno federal. Así es que es una situación para preocuparnos. Trump ha creado un caos enorme y, con independencia de lo que ocurra, esta incertidumbre no es una buena cosa para trabajar e investigar. Y tampoco es un problema exclusivo del campo de la ciencia. Ya hemos visto, por ejemplo, lo ocurrido con el tremendo escándalo que ha sacudido al FBI.

 

 

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