¿En qué coinciden Galileo y la civilización digital? En la interpretación matemática de la realidad y en compartir un contexto de lucha por el poder, ante la publicación y democratización del conocimiento, que repite patrones de forma inquietante pese a los casi cinco siglos de distancia en el tiempo. Lo explica de manera certera el tinerfeño Carlos Elías, químico y periodista de formación y uno de los expertos hispanos en comunicación de la ciencia, en su último libro El selfie de Galileo editado por el Grupo Planeta.
-¿Qué diría hoy Galileo si viera un móvil o un iPad y se pudiera hacer un selfie?
Se quedaría sorprendido y se haría muchos. Galileo era muy social y fue el primer científico que consideró que era importante la divulgación a las masas además del primer laico que desafió al clero, con toda la razón. Los jesuítas y el papado le sometieron a un proceso judicial por haber escrito que el Sol está en el centro del universo. Hasta ese momento la ciencia, el conocimiento, pertenecía a la Iglesia, al clero. A sus enemigos intelectuales los llamaba pigmeos mentales curiosamente la misma expresión con la que Zuckerberg (fundador de Facebook) insultaba a los abogados que le reclamaron derechos de patente de la red social cuando fue él quien creó el programa.
-¿Y qué opinaría de la civilización digital?
Tendría las dos visiones que se reflejan en el libro. La de que la civilización digital es una avance porque nos permite, por ejemplo, algo impensable en los 60 como disponer de un ordenador personal capaz de gestionar un vuelo o hacer cálculos. Y la de que, en contraposición a ese proceso de observación minucioso y de empleo de las matemáticas en el que se sitúa hoy todo lo digital, esto mismo no te permite profundizar, algo que él rechazaría. En este sentido, hay muchos investigadores que sostienen que por culpa de la cultura digital está disminuyendo el pensamiento matemático profundo.
-En El selfie de Galileo usted afirma que el mundo cambió mucho más de lo previsto el 1 de enero de 2000. ¿Por qué?
Para mí fue curioso. Como periodista de la agencia Efe cubrí una reunión con informadores para que estuviéramos alerta sobre lo que podía pasar el 31 de diciembre de 1999. Se creyó entonces que muchas cosas pues todo estaba dominado por los ordenadores. Hasta ese momento la gente no fue consciente de la importancia de esa fecha. Luego no ocurrió nada porque los ordenadores no se volvieron locos. Pero sí es verdad que el mundo cambió. Hoy la presencia de la informática, de lo digital, es absolutamente abrumadora y lo ha transformado todo.
-¿Qué coincidencias hay entre el entorno reaccionario que condenó a Galileo por sus ideas y el desde el que se acapara ahora la tecnología por razones políticas y económicas?
El conocimiento siempre es poder y, efectivamente, se reproducen las mismas situaciones. A Galileo lo encarcelaron a perpetuidad por desvelar que no éramos el centro del universo. Eso significó un cambio brutal en el pensamiento europeo y el clero no quería que se supiera. Ahora es lo mismo. Es decir, la gente que tiene conocimiento informático, matemático, puede desmantelar cosas. Por ejemplo, en el libro se habla del bitcoin que puede acabar con la banca. Y eso no interesa. Los informáticos han acabado con las agencias de viajes o con editoriales tradicionales y el periodismo tradicional. Quienes detentan el poder lo mantendrán en tanto menos gente disponga de ese conocimiento. Personas como Aaron Swartz, un informático brillantísimo que se suicidó al no poder aguantar la presión del poder cuando liberó todos los papers, los artículos de revistas científicas, y los hizo de acceso abierto, hasta Snowden pasando por Assange, lo que han querido es desvelar cómo funciona el mundo.
-¿Considera que ya es más real la sociedad-red, que existe en Internet, que la realidad real?
Sí. Creo que cada vez hay más conexiones. Cuando se pasa muchas horas en una realidad virtual eso configura el cerebro. Al tomar después decisiones se puede hacer en función de la realidad en la que se ha estado. Cada vez más se imponen esas realidades aunque es verdad que no es la real en estos momentos. Pero es cierto que puede influir en la toma de decisiones de muchas personas.
-Galileo creía que el mundo se expresa en lenguaje matemático. ¿Por qué salvo los matemáticos y los científicos el resto no le da esa relevancia?. ¿No se enseña bien en la escuela?
La ciencia y las matemáticas, especialmente en España pero también en otros países, se enseñan como una técnica no como pensamiento. De hecho, una de las cosas que quería demostrar en el libro es que un teorema es más revolucionario que una idea política y que un científico o un ingeniero informático no es un técnico sino un pensador, un intelectual. Es pensamiento entero que implica que la materia es importante, que somos materia. Y eso no se da en la escuela y sí la técnica pues se necesita que la gente sepa informática para arreglar los ordenadores del banco, o química para tener controladas las condiciones del agua pero no para que eso se convierta en pensamiento que cambie el modelo actual.
-O sea para convertirnos en ciudadanos consumidores más que en individuos con capacidad crítica.
Efectivamente. Está claro que un sistema educativo en el que haya más horas de religión que horas de programación informática es un sistema del siglo XVI, no del XXI. Se forma a consumidores de teléfonos móviles, de iPod o de ordenadores pero no a los que crean esos dispositivos. Y en una sociedad eso no puede tener futuro.
-El libro conecta las matemáticas, la filosofía de la ciencia, la informática o la ingeniería desde la época de Galileo hasta nuestros días. ¿Ha pretendido hacer pedagogía para acercar al lector a la ciencia?
Sí. Quería sobre todo dejar claro que sin matemáticas no se entiende el mundo y, especialmente, el actual. Pretendía que padres y profesores sepan que hay que motivar a los alumnos para que aprendan matemáticas. Porque, por ejemplo, Obama contrató para su campaña a matemáticos y a informáticos, no a politólogos. La Universidad de Columbia ha considerado que Periodismo tiene que ser un doble grado con Informática, con programación. Y para programar hay que saber matemáticas. Es decir, lo escribí porque quería demostrar y divulgar que si un país no tiene una gran cantidad de población con un altísimo conocimiento matemático no tiene ningún futuro en el siglo XXI. China e India sí tienen ese conocimiento. Y seremos el balnerario de chinos e indios. España necesita triplicar, al menos, el número de matemáticos.
–Habla de un pensamiento dominado por lo científico pero hay quienes critican que eso conduce a la deshumanización.
Bueno. Hay filósofos que la atribuyen a la evolución natural de la sociedad. Existen dos corrientes predominantes: una religiosa que sostenía que el hombre era importante porque era hijo de Dios y, la otra, que somos un organismo más, bastante incompleto y no tan invulnerable y que de lo que se trata es de hacer máquinas mejores que nosotros. Eso ya se ha conseguido con ordenadores. Cuando Turing, que dijo que las máquinas podían ser más inteligentes que las personas, creó una pensante también fue criticado y su idea fue herejía en el siglo XX. Ahora ya sabemos que los ordenadores ganan al ajedrez a los humanos y que, posiblemente, serán máquinas más poderosas y esa puede ser la tendencia. Quien consiga eso va a tener el poder. Los canarios lo tenemos muy clarito pues los aborígenes vivían aquí muy tranquilos, sin hacer daño a nadie y fueron conquistados porque los castellanos tenían más tecnología. El problema de los antiguos canarios es que al no haber metales en las islas no la desarrollaron. Nunca en la historia de la humanidad ha vencido quien tiene la razón o el derecho sino quien es más fuerte ayudado por la tecnología. Lo de las Islas ocurrió en el siglo XV y pasará en el siglo XXI.
-Si ingenieros, matemáticos e informáticos ya dominan transversalmente todas las áreas de conocimiento, ¿no hay un desequilibrio en detrimento de humanidades y ciencias sociales?
No. El problema que existe en occidente y especialmente en los países latinos es que se piensa que humanidades es historia del arte o historia, literatura pero que no es astronomía. Como si la astronomía y las matemáticas fueran marcianas. Pero son humanas. No puede haber una división de culturas sino que tienen que estar integradas. Resulta que en periodismo se tiene que dar programación y no está mal que eso ocurra y que se den matemáticas. Igual que en física se estudie periodismo o historia. Esto ocurre en nuestro bachilleratos. El de letras prescinde de las ciencias y eso es imposible, no se llega a ningún lado porque se necesita un pensamiento histórico y un pensamiento filosófico pero también uno matemático y otro biológico. Tenemos un sistema educativo, desde la primaria al doctorado, que es nefasto.
–¿Qué amenazas tiene la ciberrealidad?
Si se estudia medicina no se puede tener un cadáver en casa para ver cómo es por dentro. Tampoco si estudias los virus, que están muy protegidos y su localización y utilización muy regulada. ¿Pero qué sucede con Internet?. Pues que una bomba, un virus, para hacer estallar una refinería, lo puedes crear en casa porque está hecho de algoritmos. No necesita materia y esa es la cuestión que la gente no entiende: la civilización digital es inmaterial. El periódico no es nada, no es materia; un pdf tampoco. Así que las leyes que existían para lo material no se pueden aplicar ahora para lo inmaterial. Los procesos son similares. Es un cambio de mentalidad importante porque las armas informáticas son solamente talento informático y matemático.
-¿Ciberactivistas y hackers buenos están ganando la batalla al mal uso de la tecnología?
Sí, sí. Los hackers tiene una filosofía y cuentan con filósofos detrás que son los grandes informáticos y matemáticos creadores de esta civilización. Y esa filosofía se basa en que el conocimiento sea libre y gratuito. Para quienes nos dedicamos a vivir del conocimiento, porque nos pagan por ello, crea conflicto, obviamente. Los hackers defienden que no haya humanos que sepan más de otros humanos. Es decir, que se debe tener acceso a saber lo que piensa mi jefe sobre mí. Tienen mucha, mucha influencia en la gente joven que no sigue las pautas ni de los profesores, ni de los medios de comunicación tradicionales sino de la gente influyente en Internet.
-Usted analiza fenómenos y personajes como Wikileaks, Assange, el Cablegate, Wikipedia, el contraconocimiento y los ciberbulos, o Google como medio masivo. ¿Qué es lo peor y lo mejor de la sociedad-red?
Lo que quería demostrar es que el periodismo de papel, el periodismo serio, es el importante. Antes, si se quería saber lo que era una vacuna se buscaba en una enciclopedia. La entrada la hacía alguien muy experto, como la de la radioactividad en la Enciclopedia Británica que realizó Marie Curie. Sin embargo, Wikipedia es un campo de batalla ideológico en el que países como Venezuela o Israel, o términos como vacuna u homeopatía, constantemente se están modificando. Por eso el periodismo es muy necesario y comparte su objetivo con la ciencia: buscar la verdad preguntando a los expertos y hacerla pública. Cuando se lee algo en The New York Times, La Provincia o El País el lector piensa que eso es cierto entre otras cosas porque lo firma un periodista. Pero cuando se busca en Internet no sabes quién está editando en Wikipedia y por qué. Y si lo haces en Google puede suceder que la información que aparece en los primeros lugares no sea la mejor y sí producto de un mayor número de enlaces a páginas que sean más consultadas. Eso es lo que llamamos contraconocimiento, lo esotérico y pseudocientífico que creíamos erradicado y cada vez es más relevante. Hasta el punto que haya padres que no estén vacunando a sus hijos.
-¿La parte buena sería Wikileaks o la batalla de Assange?
No creo que sean ni buenos ni malos sino característicos de la nueva sociedad. Assange es el nuevo Galileo, que quiere desvelar lo que los demás quieren secreto. Ahora no está siendo tan fácil guardar secretos y siempre es bueno airear los del poder, que es la esencia del periodismo. Somos los limpiacristales para que la gente vea lo que hay detrás del poder. Y en eso los hackers, que revelan datos, nos pueden beneficiar porque los gabinetes de prensa intoxican mucho.
-Estoy conectado, luego existo. ¿Qué cree usted?
Si los jóvenes están constamente conectados a las redes sociales o al móvil hay un problema serio para concentrarse en materias complejas como la lectura profunda de filosofía, literatura o los periódicos. Hay quienes opinan que se tiene que enseñar a los niños con plataformas digitales, conectados a la tableta. Pero lo importante siempre, siempre, es un pensamiento profundo. No quiero que los alumnos españoles sepan utilizar la tableta sino que construyan otra diferente y para eso se necesita un pensamiento formado intelectualmente en lo literario y lo matemático. El MIT o los grandes departamentos de matemáticas no están llenos de ordenadores sino de pizarras. No se puede sustituir por tecnología la forma de adquirir el conocimiento profundo.
-Se trata de innovar.
Claro, porque si no somos esclavos de quien hace la tableta.
-¿Qué opina de la ciencia que se hace en España y Canarias?
En Canarias y España hay una dificultad que no está tanto en la financiación pues la revolución informática no necesitó de grandes inversiones. Microsoft se hizo en un garaje de 600 euros. Lo que se necesita es libertad de creación. Aquí está todo muy condicionado, no es fácil. Hay una compartimentación que está ahogando la ciencia. No es normal que en un departamento de filosofía no haya informáticos, y al contrario. Falta transversalidad e interdisciplinariedad. Eso ocurre porque nunca tuvimos una revolución científica y porque en la República la gente brillante tuvo que emigrar. Las carreras y departamentos son reinos de taifas. Las asignaturas de una carrera no son las que necesita el estudiante sino las que le dan poder a quien tiene poder en esa facultad.
-El Gobierno ha presentado su propuesta de presupuesto de 2016 y para la I+D hay una subida del 2,2%. ¿Qué le parece?
Es positivo porque invertir en ciencia y tecnología genera desarrollo aunque me gustaría saber cómo se van a evaluar los resultados y a distribuir el dinero. Me gustaría que a la gente joven, con ideas revolucionarias que no siguen la línea ortodoxa, se les financie mucho más. La UE tiene una línea de inversión potente y concreta para esos jóvenes pero España no. El reparto sigue estando dominado por la burocracia. En la última década se ha duplicado la producción científica pero la cuestión es si fue por la calidad o solo por publicar.
-Usted es un activista de la comunicación y divulgación de la ciencia. ¿Cómo la hacemos en España y en Canarias?
Es buena en función de los recursos que se tengan. En The New York Times había doce personas haciendo ciencia. No es lo mismo cuando hay un solo periodista que además tiene que hacer otras cosas. No se trata de ser más tonto o más listo sino simplemente de disponer de más tiempo y recursos. Yo digo a mis alumnos que el periodismo tiene que ser un negocio que dé dinero porque te proporciona libertad y calidad. Hay iniciativas interesantes y gente muy buena que las está haciendo. Pero hay jefes en periódicos que son de una generación y formación que valora la política, no la ciencia y la tecnología. Eso provoca que la gente joven se esté alejando. The Economist y The New Yorker, por ejemplo, están apostando cada vez más por los temas sociales, de ciencia e investigación de datos. Lo que nunca publican es una rueda de prensa de un político.